No hay error en la voluntad popular: hay una radiografía cruda de lo que somos como país, guste o no. Lo que se ve en las urnas es el espejo de una sociedad que oscila entre el desencanto y la esperanza, entre el anhelo de soberanía y la resignación colonial.
Argentina se encamina, una vez más, a un endeudamiento impagable, mientras la “hazaña libertaria” consolida su poder. Lo que empezó como un fenómeno antisistema, tras dos años de vértigo político, llegó a estas elecciones buscando mayorías legislativas que le permitan blindarse ante la amenaza de un juicio político. Y sorprendió, una vez más.

El “peronismo”, otra vez, no supo jugar una elección. No por falta de historia, sino por falta de lectura del presente. La maquinaria que alguna vez supo interpretar al pueblo hoy se hunde en su propio atraso comunicativo, en la falta de propuestas, en el no entendimiento del momento histórico, y por sobre todas las cosas en la elite que monopoliza las decisiones del PJ y en la siesta de quienes están en gestión.
Sería un error recaer en culpar a Kicillof por el desdoblamiento y no ver el verdadero desfasaje: el que existe entre la oferta política y el clima social. Mientras la sociedad gritaba cambio, el peronismo respondía con Jorge Taiana.

Y ni hablar del plano nacional: el panorama es igual de tibio. Gobernadores y dirigentes que se dicen peronistas se camuflan en otras boletas, priorizan sus sellos provinciales y se escapan de una identidad que ya no sienten propia.
Son cómplices de la fragmentación, funcionales al poder económico nacional y trasnacional, y desleales en definitiva a la lealtad que debería ser con el pueblo. Tras estas elecciones, el dólar no va a volar hoy, pero el horizonte marca un estiramiento de un proyecto que profundiza la pérdida de soberanía, la exclusión social y la consolidación de un modelo donde los ricos sean cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres.

Franco Bahía – Nota de Opinión – Elecciones 26 de octubre 2025