Mónica, la docente rural en el oeste bonaerense, que se queda en la escuela para llevarle tareas a sus alumnos. Foto Proyecto Pulpería
La escuela está cerrada hasta el 31 de marzo por la cuarentena del coronavirus, pero ella debe permanecer allí. De lunes a viernes está sola en un paraje donde se convierte en la única habitante. “Las familias están en el campo, saben lo que está pasando en el mundo, ven las noticias, son muy limpios y respetuosos con la pandemia”, afirma Mónica al periodista Leandro Vesco, del sitio web, Proyecto Pulperia.
Para que sus cuatro alumnos continúen el ciclo lectivo, se acerca a sus casas para dejarles la tarea. “El problema son los caminos, muchos intransitables, con mucha agua, Estamos acostumbrados de quedarnos aislados”, admite la maestra rural.
La Colonia El Balde tiene alrededor de veinte familias que viven en el ejido rural, tierra adentro. “El problema es la conectividad. Tenemos mucho soporte online, pero sólo una familia tiene internet”, afirma. La señal de telefonía móvil, es nula. “Están informados mirando la televisión”, señala Mónica. El problema que se plantea es que los niños no pierdan la continuidad del ciclo lectivo, por eso, el Consejo Escolar le envió cuadernillos impresos.
“Nunca se vivió una situación así”, reconoce. “Estoy viendo de hacer un acompañamiento presencial, ir hasta la casa de mis alumnos y llevarles la tarea, estar con ellos”, sostiene. “Nos comunicamos como podemos”, cuenta. “Tengo una familia que nos separa una laguna, pero nos encontramos en un punto medio, donde les entrego la tarea”, completa. De esta manera, los alumnos no pierden la continuidad educativa.
Aislados
El Balde está a 20 kilómetros de Roosvelt, el pueblo más cercano. Cuando los caminos están buenos, pueden tener comunicación, sino, no hay forma de salir del paraje. En estos días, ha llovido alrededor de 200 mm, la situación es de aislamiento. “Las familias saben que estoy sola, y también que pueden contar conmigo si llega a pasar algo”, afirma. Todas las provisiones deben buscarla en este pueblo. La frontera se siente cerca, las distancias son grandes.
Mónica tiene su casa en General Pico, La Pampa, a 120 kilómetros de distancia, los fines de semana que el camino lo permite, regresa, sino debe quedarse en la escuela. “La noche es hermosa, la Luna, en cualquiera de sus fases, las estrellas parecen formar un dibujo, veo tantas luces, y hay tanto silencio”, describe la docente sobre su vida en soledad, en tono poético.
Apoyo del Consejo Escolar
A pesar de todo, el Consejo Escolar no la deja sola y le provee de aquello que necesita, tiene filtros para potabilizar el agua, que suele ser muy dura, proveniente de molinos.
Ante una situación nacional inédita que ven desde sus televisores “cuando no hay cortes de luz”, los pocos habitantes de El Balde permanecen en sus casas, aunque se visitan y comunican. “Nos encontramos para darnos la tarea, saben que estoy en la escuela. Entre todos estamos unidos y comunicados a pesar de las distancias”, concluye Tortone su relato desde la solitaria escuela perdida en la frontera, con el periodista de “Proyecto Pulpería”.