La esponja de cocina, a simple vista un objeto cotidiano, puede esconder una cantidad alarmante de bacterias. Un estudio publicado en Scientific Reports reveló que en tan solo un centímetro cúbico pueden encontrarse hasta 54 mil millones de bacterias, superando incluso la cantidad presente en un inodoro. Los investigadores detectaron más de 360 especies distintas, muchas resistentes a limpiezas superficiales, lo que convierte a la esponja en un verdadero foco de contaminación.
Este utensilio ofrece un ambiente ideal para el crecimiento bacteriano: humedad constante, restos orgánicos y temperaturas templadas. Su estructura porosa permite que los microorganismos se oculten en sus recovecos, y si no se desinfecta correctamente, las bacterias más resistentes sobreviven y se multiplican, poniendo en riesgo la higiene de platos, ollas y superficies. Entre las especies detectadas figuran algunas potencialmente peligrosas para la salud, como Salmonella y Escherichia coli (E. coli)
Por eso. expertos recomiendan cambiar la esponja cada una o dos semanas. Además, es aconsejable desecharla antes si se detecta mal olor, textura viscosa o deterioro visible. Aunque parezca intacta, una esponja vieja puede contener microorganismos invisibles que, al usarse, contaminan en lugar de limpiar.
Recomendaciones para conservar la esponja en buen estado
Se recomienda escurrir bien la esponja después de cada uso para evitar la acumulación excesiva de humedad.
Es importante no guardarla húmeda ni dentro de la pileta, ya que esos ambientes favorecen la proliferación bacteriana.
Se sugiere utilizar dos esponjas distintas: una para lavar platos y otra para limpiar superficies, con el fin de minimizar riesgos de contaminación cruzada.
Fuente 0291 y a24