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El lado oculto de Shein, el gigante chino que redefine el consumo de ropa en la Argentina

El avance de Shein, el gigante chino del comercio electrónico de moda ultrarrápida, está cambiando las costumbres de compra de millones de argentinos. Con precios notablemente bajos, lanzamientos permanentes de colecciones y envíos directos al país, la plataforma se consolidó como uno de los principales actores del consumo textil local. Sin embargo, detrás de su éxito comercial se esconden prácticas que generan creciente preocupación.

Fundada en 2008 en China, Shein se convirtió en la empresa de fast fashion más grande del mundo, con ventas superiores a USD 30.000 millones anuales. Su modelo de negocio se apoya en la producción acelerada: según la consultora Coresight Research, lanza más de 6.000 nuevos artículos por día. Este volumen supera ampliamente al de competidores tradicionales como Zara o H&M.

En la Argentina, la app se volvió un fenómeno especialmente entre los jóvenes. Según cifras de SimilarWeb, Shein está entre las aplicaciones de compras más descargadas, junto con Mercado Libre y Tiendanube. El atractivo radica en su combinación de precios muy accesibles —remeras desde $2.500—, variedad constante y envíos gratuitos en compras que superan cierto monto mínimo.

Pero detrás de esa maquinaria eficiente, activistas y organizaciones laborales denuncian condiciones de producción altamente cuestionables. Investigaciones de BBC Panorama y The New York Times revelaron talleres clandestinos en China donde los trabajadores cosen jornadas de hasta 18 horas diarias y reciben pagos muy por debajo del salario mínimo local. En algunos casos, los empleados viven en los mismos edificios donde confeccionan prendas.

Además, un informe reciente de la organización Public Eye alertó que la empresa incumple normas básicas de transparencia: Shein no publica la lista completa de sus proveedores ni certifica auditorías independientes que garanticen estándares laborales y ambientales.

El impacto ambiental también es motivo de alarma. El modelo de fast fashion exprés produce grandes volúmenes de desechos textiles y utiliza materiales sintéticos que contribuyen a la contaminación de microplásticos. Según el grupo de investigación Synthetics Anonymous, Shein encabeza el ranking global de marcas con mayor huella de producción descartable.

En la Argentina, las cámaras industriales y sindicatos textiles advierten que este crecimiento exponencial agrava la competencia desleal frente a fabricantes locales que deben afrontar costos impositivos y laborales muy superiores. La Cámara Industrial Argentina de la Indumentaria (CIAI) calcula que las ventas informales, incluidas las compras a plataformas como Shein, ya representan alrededor del 30% del mercado.

Mientras tanto, la empresa busca reforzar su presencia regional. El año pasado abrió un centro logístico en Brasil y proyecta expandir su red de distribución para acortar los plazos de entrega. Según voceros de Shein, su objetivo es reducir el tiempo promedio de despacho en Sudamérica de 20 días a menos de 7.

A pesar de las críticas, el público joven continúa eligiendo la propuesta por su bajo costo y la enorme variedad de diseños. En paralelo, organizaciones ambientalistas y de defensa de derechos laborales piden mayores controles para exigir prácticas más responsables.

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