Es de los privilegiados que no tuvieron dudas vocacionales. Desarrolló y fue fiel a una sola: hacer reír. Esa misma inspiración que, 95 años después, lo mantiene vigente.
Nació como Carlos Salim Balaá, pero para todo un país es Carlitos o Balá. Marca registrada vinculada a la infancia de varias generaciones, a ese humor sano que, como tal, aún hoy sigue despertando sonrisas. Creó un estilo con identidad propia. Logró lo que pocos.
Por todo, y mucho más, siempre será recordado como un genio. Porque gracias a él sabemos qué gusto tiene la sal. Y como dice el aforismo : «Los homenajes se hacen en vida».