Saltar al contenido

¿Por qué algunos bebés caminan a los 9 meses y otros a los 18?

El living, la alfombra, los brazos en alto. Un adulto que espera, un bebé que duda. Un paso. Otro. Tropieza, se cae. Pero eso no importa. Caminó. Y algo cambia para siempre. Los padres lo celebran, lo graban, lo suben a redes. Es un hito, un símbolo. Pero también, según una nueva investigación, es otra cosa: una manifestación física de lo que ya estaba escrito en el ADN.

Un equipo de científicos de las universidades de Surrey y Essex, en el Reino Unido, analizó la información genética de más de 70 mil bebés y encontró 11 marcadores genéticos asociados al momento exacto en que un niño empieza a caminar. Allí se sugiere que la genética explica aproximadamente el 25 por ciento de la variabilidad en la edad de la marcha.

Esto significa que el primer paso no depende únicamente de lo que pasa afuera —el entorno, la estimulación, la crianza—, sino también de lo que cada chico trae consigo desde el nacimiento. Hasta ahora, la marcha era un evento más del desarrollo infantil, rodeado de expectativas, comparaciones y, muchas veces, ansiedad. ¿Camina a los 10 meses? ¿Tarda hasta los 16? ¿Es normal? ¿Es preocupante?

El estudio británico aporta una nueva lectura: la edad de la caminata está parcialmente determinada por factores genéticos. Y no solo eso: algunos de los genes asociados a caminar más tarde también se vinculan con un mayor nivel educativo y con menor riesgo de Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH).

“La edad de la marcha tiene correlaciones genéticas con varios aspectos del desarrollo cognitivo”, se señala en el artículo. Lo que significa que ese paso, tan esperado como emocional, también habla del desarrollo interno. No es solo un momento simbólico. Es una expresión de procesos biológicos complejos. Por eso, se insiste en una advertencia: dentro del rango considerado típico (entre los 8 meses y los 2 años), un inicio más temprano o más tardío no debería interpretarse como señal de alarma. Es parte del repertorio humano.

Uno de los hallazgos más notables del trabajo es que los genes que influyen en el momento de caminar también están relacionados con el desarrollo cerebral. Algunos afectan el tamaño del cerebelo, una zona crucial para el equilibrio y la coordinación motora. Otros están ligados a la plasticidad sináptica, la capacidad del cerebro para reorganizarse. Es decir: el cuándo se camina tiene conexiones profundas con el cómo se piensa. Caminar, según los datos, no es sólo una función motora, sino un fenómeno integrado con las capacidades cognitivas, atencionales y conductuales.

Este tipo de interrelación genética no es nueva, pero nunca se había demostrado con esta precisión en relación a la marcha infantil. El tamaño de la muestra (más de 70 mil casos) le da al estudio una potencia estadística inédita en este campo. Además, al analizar los datos genéticos cruzados con antecedentes educativos y conductuales, el equipo identificó un patrón: los niños con ciertos perfiles genéticos asociados a marcha más tardía también tenían menor probabilidad de presentar hiperactividad o conductas impulsivas.

fuente: 0291 y Agencia de Noticias Científicas

Compartir
guest

0 Comentarios
El más nuevo
Más antiguo Más votados
Inline Feedbacks
Ver todos los comentarios
Etiquetas:
0
Comenta, nos encantaría saber tu opinión.x