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«Prefiero quedarme y morir en casa». La dura realidad del COVID-19 en México

México está luchando contra uno de los peores brotes de coronavirus del mundo, con más de 52.000 muertes, el tercer mayor número de víctimas de la pandemia. Y su lucha se ha hecho aún más difícil por un fenómeno generalizado: un miedo profundo a los hospitales.

El pasado reciente en África

Durante la epidemia del Ébola en 2014, muchos en Sierra Leona creían que los hospitales se habían convertido en trampas mortales, que llevaban a las personas enfermas a quedarse en casa y a propagar la enfermedad a sus familias y vecinos de forma inadvertida.

En México, se está produciendo un círculo vicioso similar. A medida que la pandemia aplasta un sistema de salud ya débil, con cuerpos apilados en camiones refrigerantes, muchos ven el pabellón COVID como un lugar donde sólo espera la muerte.

Las consecuencias son severas. Los mexicanos están retrasando la búsqueda de atención médica hasta que sus casos son tan graves que los médicos pueden hacer poco.

Miles de personas mueren antes de ver el interior de un hospital, según los datos del gobierno, sucumbiendo al virus en los taxis de camino o en las camas de los enfermos en casa.

La lucha contra las infecciones en el hogar no sólo puede propagar la enfermedad más ampliamente, sino que también oculta el verdadero costo de la epidemia porque un número incalculable de personas mueren sin haber sido nunca examinadas como víctimas de un coronavirus.

Estadísticas

Muchos mexicanos dicen que tienen buenas razones para desconfiar de los hospitales: casi el 40% de las personas hospitalizadas con casos confirmados del virus en la Ciudad de México terminan muriendo, una alta tasa de mortalidad incluso cuando se compara con algunos de los peores focos de infección en el mundo.

Fuente: New York Times

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