La vitamina D, un micronutriente imprescindible a toda edad y con múltiples beneficios que no puede faltar en la alimentación, fortalece además las defensas contra el SARS-CoV-2. El requerimiento diario depende de cada persona y la mejor suplementación es la que pueda ser regulada por el médico.
La vitamina D es un nutriente fundamental por la cantidad de funciones que cumple en el organismo. Durante la etapa de crecimiento y desarrollo es vital, y en la edad adulta, entre otras cosas, fortalece el sistema inmunológico, protege el aparato cardiovascular, es imprescindible para mantener sanos los huesos y músculos y disminuye los riesgos ante la infección por COVID-19.
Estudio que lo avala
Un reciente estudio médico realizado en la Universidad de Cantabria (España) sobre más de 400 personas mostró que en los pacientes hospitalizados por COVID-19 los niveles de vitamina D son en promedio notablemente más bajos que quienes no están en esa condición. Un 47% de estos últimos tenían de todos modos niveles bajos de la vitamina, pero en los internados por COVID la cifra trepaba al 82%.
Más aún, en el mismo estudio se advirtió que los internados por COVID-19 con niveles bajos de vitamina D tenían más del doble de riesgo de pasar a sala de terapia intensiva. De manera que hay una relación directa entre un nivel adecuado de vitamina D en el organismo y una mejor condición para resistir al SARS-CoV-2.
Estos y otros estudios previos amplían el grado de evidencia que habla de los beneficios de la vitamina D frente a otras infecciones respiratorias, como la gripe.
La dificultad del confinamiento
En realidad, la situación de confinamiento puede contribuir a la carencia de vitamina D, porque su mayor fuente natural en nuestro organismo es la exposición a la luz solar. Si bien se encuentra en un reducido grupo de alimentos el propio organismo es capaz de producir vitamina D cuando se expone a la luz solar, y esta es de hecho la principal fuente natural de este micronutriente vital.
Esto a su vez genera una contradicción, porque los efectos del exceso de sol sobre la piel son conocidos de sobra. El melanoma y otros tipos de cáncer de piel se encuentran entre los más agresivos, lo cual hace necesario evaluar siempre el balance entre riesgo y beneficio de exponerse al sol, especialmente en las personas de piel más clara, donde el riesgo es mayor.
Los adelantos con que contamos actualmente nos permiten incorporar este nutriente clave a través de la suplementación en la dieta. Con la debida supervisión médica, es posible contar con los todos los beneficios de la vitamina D en su justa medida, sin tener que exponerse más de lo necesario a los posibles daños que la luz ultravioleta del sol puede causar en la piel.
Los requerimientos diarios de vitamina D aumentan con la edad. Así, en el primer año de vida el organismo requiere 10 microgramos por día; luego esa necesidad aumenta a 15 microgramos y se mantiene estable durante la juventud y gran parte de la vida adulta, para incrementarse a 20 microgramos hacia los 60 – 70 años de edad, cuando el organismo necesita preservar sus minerales.
Por eso es preocupante que en el mundo haya estudios que señalen los bajos niveles de vitamina D en la población. En Argentina hay trabajos que hablan de hasta un 88%.