Los probióticos son microorganismos y levaduras que forman parte naturalmente de la flora intestinal, pero que cumplen en nuestro organismo funciones inmunológicas. ¿Cómo podemos incorporarlos?
Los estudios científicos sobre la microbiota son una de las áreas más revolucionarias de la investigación médica. Recientemente estos estudios vienen relevando nuevas e insospechadas funciones de estos microorganismos. Ellas siendo beneficiosas no sólo a nivel local en los procesos digestivos, sino también en el sistema inmunológico, la regulación del peso y hasta en el humor.
Esos sorprendentes resultados de investigación han estimulado el desarrollo, la prescripción y el consumo de productos en base a probióticos que, «ingeridos en cantidad adecuada, ejercen efectos beneficiosos sobre la salud del huésped», explica Cristina Zemba Vieytes, médica dermatóloga.
Estos probióticos pueden formar parte de alimentos funcionales (yogur, kéfir o leches fermentadas), o consumirse como complementos alimentarios en forma de cápsulas, polvos o tabletas.
Beneficios múltiples para la salud
El yogur y el kéfir son alimentos ancestrales elaborados y consumidos desde tiempos anteriores a la agricultura.
En 2006, ya con la posibilidad de decodificar el genoma de las bacterias, comenzaron a descubrirse nuevas especies en la microbiota intestinal, y hoy existen más de 33.000 estudios con todos los grados de evidencia sobre el tema en la principal base de datos de estudios médicos del mundo.
«Hoy sabemos que los prebióticos mejoran la digestión, protegen frente a microorganismos patógenos, modulan el sistema inmunitario, mantienen la mucosa intestinal y ayudan en la regulación del humor y del peso», resumió la especialista. Por supuesto, no son una panacea ni una “cura milagrosa”, sino que «en condiciones como las mencionadas, donde la microbiota está alterada, pueden servir de “rescate” temporal de la flora».
Una combinación para cada uso
Lo importante para el largo plazo, agregó la especialista, es modificar los hábitos y comer de forma saludable para que la microbiota mantenga su diversidad y su equilibrio. Los complementos de probióticos están diseñados para esas situaciones “de rescate” para plazos de 1 a 3 meses, explica la Dra. Zemba: «Como la composición de las fórmulas varía en cuanto a las cepas y otros activos utilizados, es importante saber para qué se los va a utilizar. Si tenemos infecciones invernales o urinarias frecuentes y queremos mejorar las defensas, se utilizan unas cepas que más concretamente se dirigen a esta acción. Si la intención es mejorar el tránsito intestinal o el estreñimiento, se utilizan otras cepas».
En algunos casos los productos que los contienen vienen acompañados por prebióticos, que no son más que fibra soluble que alimenta la propia producción de bacterias beneficiosas dentro del organismo. El consumo de fibra es muy importante para la salud, aunque en organismos que no están acostumbrados puede generar algo de hinchazón y gases al principio.
La elección del probiótico adecuado «depende de la acción que se desea», explica la doctora: «Si queremos mejorar la inmunidad tomaremos un tipo de probióticos y si en cambio queremos mejorar la función digestiva tomaremos otros. De todas formas, siempre es recomendable una mezcla de distintas variedades, y esto está bien estudiado al diseñar las fórmulas».
Otra de las recomendaciones para el consumo es que las cepas sean de origen humano, no modificadas genéticamente y producidas con rigor farmacéutico.
No es posible decir que “llegaron para quedarse” porque siempre estuvieron ahí; pero hoy se descubre cada vez más la importancia de los probióticos regulando diferentes aspectos de nuestra salud.